miércoles, 22 de agosto de 2012

Por Favor, Diga 36


Las flores azules se han ido. Ni siquiera se marchitaron, hicieron chas y desaparecieron de mi vista. Uno se acostumbra sin sospechar que hay decisiones que no tienen que ver contigo. A punto de los 36 miro mi cuerpo detenido, como si estuviera sometido a un tratamiento de esos de criogenia hace tiempo. Pero no me refiero a lo que está a la vista. El tiempo en eso no perdona, con más o menos gracia. Me refiero al cosquilleo de los músculos, de las articulaciones y de mis órganos después de una siesta veraniega


Me voy despertando y me encuentro desastres como la desaparición de las flores azules. También encuentro cosas extraordinarias. Nada mejor, al despertar, que mi café con leche y los recuerdos de mi lado. Por que una recuerda las cosas como le da la gana, como le va mejor. Y entonces la vida resulta también extraordinaria, como los ojos de Roc escuchando peripecias. 


Sola en el jardín, sin los duendes que normalmente me rodean, te he inventado de nuevo. Y eres tan magnífico que tengo ganas de sorverme el tiempo a tu lado, a través de la ventana de un tren. Eres tan perfecto que no hay un segundo que no se consienta. Estás tras la puerta ingeniando un plan que se quedará gravado en la historia para siempre. Dibujando un puente de teclas musicales y flores, flores de todos los colores, también azules


Preparando mi piel con el jabón negro que me llevé de marruecos y el guante especial que arrastra cualquier pena o mal pensamiento. Despertarse tiene sus ques y sus comos. Despertarse es un principio, que maravilla.
Tienes un espacio en blanco para dibujarme entera, yo solo pondré los márgenes, que serán infinitos.
Y vuelvo al tajo, al currele, al trabajo. Lentamente por que despertarse es lo que tiene, las prisas matan.
Y de nuevo, aunque yo sea otra, pasearé gracia con mi maleta y mi sombrerera. Serán otros quien inventen por mí quien soy. Y yo entraré en Gratacós para fundirme con los hilos y las joyas, echo de menos ese recuerdo mío, mi taller y cachibaches. La muerte de los 35 me propone otra aventura inconmensurable y se llama 36.






LOVE & HATS

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